En el Siglo XVIII nació la escuela como la conocemos. Un movimiento llamado despotismo ilustrado, implementó en Prusia la educación pública, gratuita y obligatoria para transmitir conocimientos. Nuestro país incorporó este modelo y desde ese momento enclaustró la educación en las paredes de la escuela. Tres siglos después, la Universidad de Buenos Aires (UBA) presiona a un profesor que le brinda a sus alumnos clases por su canal de Youtube y prescinde del cursado aúlico obligatorio. Sólo una pandemia obliga a sacar la educación del aula y refugiarse en una herramienta que mucho tiempo desdeñó: la tecnología.
Cabe aclarar que escuela y educación son términos amplios, que se complementan y convergen en un punto. La educación, entendida como la enseñanza o el aprendizaje de conocimientos, valores, hábitos y habilidades; excede una institución y un edificio determinado. Sin embargo, la escuela no se encarga solo de educar, también es una guardería para los más chicos, es cohesión social, es comedor para muchos en Argentina. Por eso la escuela, a pesar de sus falencias y sus muchos críticos, es imprescindible. Pero como la situación actual nos obliga a buscar formas de continuar aprendiendo o enseñando fuera del aula, podemos repensar el valor del aprendizaje fuera de la escuela.
Para tener una noción de lo que significa la escuela, debemos remontarnos al estado prusiano que implementó formato institucional moderno. Allí las clases se daban dentro de un dispositivo arquitectónico determinado (la escuela), con una división por castas (edades), distribución jerárquica piramidal, una metodología premio-castigo y evaluación por tests estandarizados. Esta forma de enseñar se ha mantenido hasta nuestros días, por lo menos en los puntos que mencionamos.
La pregunta que nos hacemos inmediatamente es: ¿Por qué no modificamos la forma de educar después de tantos años y con tantos cambios en el medio? La respuesta coincide con los motivos por los cuales el modelo prusiano se extendió tan rápido por todo el mundo, porque funciona. Si este modelo no funcionara ya hubiera sido descartado. Pero los hechos muestran que el estado prusiano, a través de la disciplina y el régimen autoritario, logró conseguir súbditos obedientes para las fábricas y las guerras. En nuestro país, los gobiernos argentinos muchas veces modificaron los contenidos pero nunca la forma, lo que quiere decir que el modelo funciona.
En consecuencia, desde que Sarmiento implementó las "Escuelas Normales", la escuela se manuntuvo casi inmutable en cuanto a su forma. Parece increíble que en un mundo donde la tecnología desborde por todos lados, se quede afuera del aula cuando el docente cierra la puerta para dar su clase. Más que un proyector que modernizó al pizarrón y los programas básicos de Microsoft que actualizaron la forma de tomar apuntes, no vemos cambios sustanciales en el aula. Por el contrario, nuestra percepción de lo que debe ser una clase está tan normalizada que sólo nos damos cuenta de que el mandato es inflexible cuando algún docente quiere innovar.
Darío Sztajnszrajber, profesor de filosofía de la UBA, cuenta que una vez quiso dar Sócrates en una escuela caminando por los pasillos de la institución, como lo hacía el filósofo griego con sus discípulos por el puerto de Atenas. Al ver al profesor y los alumnos fuera del aula la directora del colegio se horrorizó. Después de mandar a los chicos al aula, Sztajnszrajber fue a habla con ella y se justificó diciendo que los chicos así aprendían más. Sin embargo a ella no le interesó y le impuso al profesor que las clases se daban con el profesor parado en frente del aula y los chicos sentados. “¿Pero a vos que te importa más, cómo están sentados o que los chicos aprendan?”, preguntó el joven docente. La respuesta de la directora fue contundente: “Como están sentados”.
Por su parte, el docente de biofísica del Ciclo Básico Común (CBC) de la UBA, Anibal Kacero, fue amenazado con ser despedido si no cerraba su canal de Youtube y bajaba todas las explicaciones didácticas que tenía de biofísica. Para contextualizar, el caso se produjo a fines del año pasado y en la Universidad más prestigiosa que hay en el país. En la UBA, acusaron a Kacero de que su canal era “incompatible con la labor docente”. El profesor se defendió alegando: “Yo hago todo esto por los alumnos. Es mucho esfuerzo (físico y económico) filmar y editar cada video, generar contenido, responder consultas a toda hora por Youtube y por Instagram. ¡No te das una idea de la cantidad de plata que invierto para que los chicos puedan ver gratis mis clases! Vas a ver que ni siquiera pongo publicidad en el canal”.
Por tratar de aumentar la comodidad de los alumnos y facilitar su proceso de aprendizaje, el docente puso en riesgo su empleo. Finalmente, Kacero tomó la desición de continuar con se canal pero no sin consecuencias. En un video posterior, el docente descartó que lo despidieran, al menos por el momento, por la repercusión que tuvo el caso en medios y redes. Pero afirmó que sus compañeros docentes no lo saludan y no descartó que cuando pase un tiempo podrían llegar a despedirlo. Ambos casos son claros, modificar la forma que se educa en la escuela o la universidad es inadmisible.
Que los chicos aprendan más, que les sea más cómodo, que sea más accesible otro método, no importa. Enseñar de otra forma, como le dijeron a Kacero, es “incompatible con la labor docente”. En una escuela se enseña, como le dijeron a Szetajnszrajber, con el docente parado y los alumnos sentados. Este es el mandato que han seguido las escuelas en nuestro país y el resultado es que ahora el aprendizaje es deficiente por la imposibilidad de asistir a las escuelas.
Pensar por mucho tiempo que la educación se encontraba entre cuatro paredes y en una X cantidad de metros cuadrados en un aula, limitó nuestro proceso de aprendizaje. Lo podemos observar en las aulas virtuales que son deficientes, en los profesores que no están familiarizados con las herramientas tecnológicas que disponen, en las cátedras que se limitan a pasar el material de estudio y no aprovechan las potencialidades que brinda internet.
La forma de acceder alconocimiento ya no es entre cuatro paredes como en la Escuela Prusiana. En un país tan cambiante como el nuestro, donde te levantas y hay paro de colectivos, paro de docentes, suspensión de clases por infraestructura endeble, entre otras cosas; el aprendizaje fuera del aula podría ser una forma de complementar y mejorar la educación.En definitiva, ojalá que la educación que construimos entre todos, pueda aprender de esta situación límite.
0 comentarios